jueves, 18 de marzo de 2010

Sonrisas tristes

Parece como si el día se hubiese contagiado de mi tristeza. Tristeza de derrota, de resignación, de odio. Me invita al llanto, pero como sólo tengo ánimos contrarios, me río y recupero mis ganas de verte pasar bajo mi ventana. Por ti creo en el diablo mujer perfecta. El amor que algunos me profesan no alcanza el odio que me tengo. No hay compensación para este tipo de sufrimiento endemoniado. Es la primera vez que veo nubes grises, pensé que sólo eran una invención de los poetas odiosos. Hace años, a esta misma hora, en este mismo lugar, apagaba la luz de mi cuarto para dejarte pasar. No he podido olvidar el olor de nuestros cuerpos callejeros. ¡Cómo sufrías al no poder gemir! ¡Como gozabas pudiéndote mover! Cuando sentí curiosidad por ver el cuerpo que tocaba desapareciste. Por más que dejé mi mundo en tinieblas, jamás cometí pecado tan delicioso. Cuanta nostalgia de ti, de mi colchón al piso, de tu aliento a vino y mi aliento a cigarrillo, de mi ropa y tu ropa escurriéndose, que ganas de ir a buscarte al mismo infierno. La nostalgia y la penitencia de mis pecados se confunden en noches de soledad, la soledad necesaria, la que me consuela con el recuerdo de tu vestido rojo, de tu orgullo por las margaritas, de tu hermosura virginal. Las veces que me arrodillé a ti fueron cuando sentí que podías animarte a besarme tú también. En segundos de erección siento que no he dejado de quererte. Contigo si me arrepiento de todo, hasta de no haberte hecho el amor. ¡Qué odio por tu cabello suelto, por tu boca incontenible, por tu risa incomparable, por tus muslos excitantes, por tus manos pequeñas, por tus ojos insondables!. Cuantas ganas de ir a buscarte a tu misma casa, de adentrarme a tu cuarto, de intentar ver una película y terminar tirados en el suelo, con el sexo lubricado, mareados de amor verdadero, adormecidos de amor falso. Cuantas ganas de sentir tu cuerpo dando espasmos de excitación bajo la sombra de un árbol, de contenerte al recordar nuestros escasos 31 días de romance tardío. Hay días en que te recuerdo con una salsa, hay tardes en que te recuerdo con una balada y pienso que si voy a nuestro árbol te voy a encontrar allí esperándome, con los brazos abiertos y las piernas cerradas, con tus manos ansiosas de acariciarme y volver a hacerme llorar. Debo confesarte que me enamoré de ti cuando rozaste tu rodilla con mi pierna. Cuando dejaste que se exciten frente a mí tus senos de limón. Cuando de un día para otro te convertiste en mandarina, cuando una noche sin probarte, te sentí dulce y al día siguiente amarga. No habido mujer que diga quererme y al día siguiente, abandone mis esperanzas, dejándose besar del olvido. Por eso he aprendido a odiar con la piel, me rasgo las vestiduras recordando tu blue jean roto, tus zapatillas con pasadores rozados, tu cabello rebelde como el mío, creo que de verdad lo único que quise es besarte los párpados. Hoy te veo pasar en bicicleta, con el cabello suelto y la blusa levantada, recordándome que tienes las caderas más bonitas del pueblo, hoy te me presentas con ojos más bonitos. Hoy quisiera dejar de oírte y por fin escucharte, hoy quisiera besarte con los ojos cerrados y ver a través de tu amor verdadero, el sentido de la vida insana, tensa, opaca, irascible, incontenible, miserable, jubilosa y aceptar que te amo por que te amo a pesar de mis innumerables sonrisas tristes.

1 comentario:

Silvani Reyes-Vassallo dijo...

conchesumare !

perdon... pero me encanto!