martes, 29 de abril de 2008

Clamor a Dios

Ante mi incapacidad para descifrar mis propias dudas en un plano tan personal y a la vez complejo como es el amor, sólo me queda dirigirme casi al extremo de ser clamoroso, a un ser divino que vive hipotéticamente en la fe sobreviviente de cada persona a pesar de tanto abandono; y dentro de mí, literalmente, en una fe recientemente agonizante, porque siento que van muriéndose mis esperanzas de alcanzar la felicidad. La luz de unos ojos hermosos que me acompañan desde hace mucho tiempo, se va haciendo mortecina en mi corazón y un reciente destello magnético está manipulando desde mi mente todos mis actos, a tal punto de que giren alrededor de mis miedos y mis ganas a seguir pecando. Por eso, si todavía existe un perdón para esta clase de pecado que pareciera inevitable e incontinente, si todavía no se ha ido aquel ser divino que en mi caso debería concedérmelo sin penitencia - porque, he aquí mi clamor, me dejó caer en la tentación, porque no me dio la facultad divina de amar a una sola persona, ese don necesario para ser capaz de vivir sin vicisitudes carnales, sin desasosiegos pasionales, en donde un impulso inmundo no recluya fácilmente una vida completa en momentos esporádicos - que me lo conceda sin reticencias, para poder calmar esta mente que es un bólido de arrepentimientos. No soy capaz de dirigirme directamente a Él para pedirle además del perdón, esto que a mi parecer es un don sobrenatural: el saber y poder ignorar la manzana del pecado; tampoco deseo ganármelo subrepticiamente, por eso lo estoy diciendo, tengo esta manera de exorcizar mis demonios, de lo contrario ya hubiese buscado otra forma de hacerme pagar todos mis errores, en donde la muerte no es una solución que haya podido escaparse de mis planes; es tan fuerte este sentimiento culpa que me da vergüenza admitirlo y confesárselo. Aunque algo en mí, me hace culparlo con insolencia. No soy perfecto y no sé si habrá alguien mejor que yo en este sentido - y si lo es no es heterodoxo - pero no sé como puede la debilidad ser tan ineludible, como puede ser capaz de doblegar nuestras promesas hasta desaparecerlas de la mente. No nos hizo fieles, nos hizo débiles, ¡maldita sea! ¿Por qué, si mi alegría siempre ha sido ella, ahora mismo me siento vacío y triste cuando te siento lejos de mí, cuando siento que me ignoras, cuando ya no sé como hablarte? ¿Por qué, si por ella sostengo muchas cosas, ahora mismo tengo ganas de descubrir tus pupilas mirándome y a la vez siento estas ansias contenidas al escuchar tu voz que ya no dice mi nombre? ¿Por qué, si a ella yo siento que la amo, ahora que ya no estás a mi lado te extraño y a la vez te odio por haberme acostumbrado a tu presencia? Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, ¿pero por qué si esto lo digo por ella y por eso la valoro, ahora mismo en que ya no estás aquí, siento que te extraño tanto como a ella?...

Que cosa tan aleccionadora fue… esto de no saber hacer bien las cosas, esto de ser descubierto y vivir pagando el precio tan caro, y además haber estado echándole la culpa a Dios como un sacrílego inepto, sin tener siquiera la valía de aceptar, que valores morales como la fidelidad y el respeto hacían tanta falta en uno mismo. La vida se libera de propensiones pecaminosas, cambian las promesas pero a la vez cambia la confianza - lo malo es que a veces hasta el punto de llegar a no creer en uno mismo – son tantos los reproches, el recuerdo de lo que hiciste, que te hace perder hasta tus derechos. Te vuelve incapaz de reclamar en situaciones que desapruebas pero que de todas maneras tienes que aceptar, te vuelve un marido ejemplar y envidiable, a pesar de que lo tuyo no fue adulterio, todo lo contrario, un amor epistolar en donde la última firma de despedida fue “con todo mi desprecio” y un nombre que 6 días a la semana se te es recordado. Y al final, cuando reflexionas, te parece todo una tontería y te sientes completamente ridículo, pero al fin y al cabo llegas a la conclusión de que todo pudo ser peor y que esto sirvió para darte cuenta de que pudiste sentirte más defraudado de ti mismo, más aún cuando vez que tienes la oportunidad de hacer que tus penas infantiles no se vuelvan a repetir en ese retoño ser que anhelas se sienta orgulloso de que seas su padre, te motiva entonces a perseguir tus sueños con disciplina, alimentando tu vocación, dándole utilidad a todo tu tiempo libre, hasta el extremo de sentir que todo lo que te impide a seguir avanzando es algo insoportable y deprimente, inclusive algunas amistades. Y entonces las promesas, ahora te las haces a ti mismo y ves como ese don sobrenatural por el que clamabas, se te es concedido pero desde tu propia convicción, así la persona que más ames ya no te crea. Y ves también como vuelves a tener una doble vida pero esta vez con tus seres queridos y con tu religión, que está, en lo que verdaderamente quieres llegar a ser, en los sueños que persigues con devoción.

lunes, 28 de abril de 2008

Todavía

Hoy que la tristeza desplaza mi alegría, tan fácil, como cuando el viento sopla fuerte y desaparece una hormiga, no sé por qué tengo la certeza de que el ayer no pasó por mi vida inerte. Aquel primer gran paso que me llevó hasta donde estoy y que consideré un logro, se prolongó vertiginosamente en andadas que a veces si no eran de cangrejo lo eran de discapacitado. Me llevó por un camino sin sorpresas, más bien con óbices, donde la desilusión parecía arrepentimiento y la voluntad enfermedad. Ser un autodidacta es una opción remota pero también tentadora cada vez que quiero mandar todo al diablo. Hoy, mis estudios de nada les servirían a esos maestros del eufemismo, a esos especialistas en el empirismo para ponerse frente a un micrófono y proferir insultos sin afirmar y despotricar vejámenes con vivaz presunción, como una forma de chantaje camuflado. Todo esto mientras que a mí me gritaban amarillo en las calles, cuando eran ellos los que hacían de mi carrera en inicios, un desprestigio generalizado. (Cruelmente hasta en los practicantes). Conocer “como funciona el negocio” no me ha enriquecido el conocimiento ni ha pervertido mis ideas, sólo ha empobrecido más mi ideal. Aunque debo decirlo, también ha arrebatado mis ganas, el total fiasco de esta realidad descubierta transformó mi talante ingenuo al de un individuo recién curado de ceguera pero que aún no sabe como conducirse.
Y siento que todavía toda mi vida es un “aunque”. No puedo encontrar el por qué de mi insatisfacción, sé que quiero mucho más pero no sé como lograrlo, el medio en el que estoy es como una playa sin olas, donde no hay nada que te inspire respeto y atención. Tantos proyectos, tantos sueños y no sé por donde empezar. Llevo ya varios días buscando ilusoriamente personajes de la realidad que puedan adecuarse a una historia entretenida, algo que lleve como título el nombre bonito de una persona, algo que encandile y atrape desde el principio hasta el final y sin embargo sólo encuentro uno: el mío, protagonista de una tragedia: el paso en vano de los días, de los meses, de los años. Esto me ha llevado a pensar que no soy capaz de hacer algo por y para mí, siempre mis motivos han sido por alguien más, y sé que entonces debería ahora mismo dedicarle a alguien esto que escribo, pero de todos a los que quiero, no se a quien, ni siquiera eso.
Y siento que todavía toda mi vida en un “no sé”. Tal vez me he cruzado con mucha gente estólida, tal vez así como yo, o quizá sea un iluso ya desquiciado, quizá lo que persigo es una utopía o talvez ella me persigue a mí. La tragedia que vive mi alma es ignorar la base de su tristeza, o a lo mejor la conoce, la tiene junto a ella pero no puede sentirla. Tal vez porque a veces, cuando este vehemente corazón es abordado por la melancolía, siente deseos de estrujarse y me hace doblar el pecho involuntariamente, me baja la mirada y después, me hace regresarla empañada en lágrimas que – he aquí el problema - no se como darles un por qué. Tal vez porque el recuerdo de un segundo hijo, de una familia hoy incompleta y apartada, que fui yo, me hace preguntarme en que momento dejé de serlo precisamente cuando estoy celebrando junto a mi nueva familia, en paz, en dicha. Igual digamos cuando estoy en guerra, en congoja y me pregunto en que momento se corrompieron todas esas personas que tienen una profesión en general y como la que yo tendré afortunada y desgraciadamente algún día, ¿Cuándo? ¿Por qué? Tal vez los motivos son extraoficiales, y a nadie le importa lo que se este generando. Tal vez ni a mÍ mismo me importa y en este instante me siento obligado a darle fin a este monólogo y sigo llenando la hoja con hipocresía.
Y siento que todavía toda mi vida es un “tal vez”. Tal vez me enamoré de la melancolía, (o tal vez reflejo lo que soy sin conocerme, aunque hay veces en que me encantaría desconocerme), para mí ella es como un rostro nuevo y hermoso en un lugar viejo y grotesco. Ser o no ser cuando la incompatibilidad de mis ganas con mi situación, me hace contemplar de cerca lo maravilloso que puede ser lo imposible, ser o no ser cuando las funestas consecuencias de una experiencia pasada me vaticinan para el futuro peores de las que aún están presentes y que parece, desgraciadamente, seguirán perennes. Ser o no ser cuando en mis párpados cerrados aparece una mirada que me dice lo mismo que yo me atreví a decir y que en su expresión dejó al corazón, la entrada a un camino excitante, tal vez esporádico, pero que ambas saben, nunca podrán recorrer. La poesía que fue para mí un inicio me gustaría que venga a darme también un final. Lo más importante en la vida de cada quién debería ser uno mismo, pero eso sería egoísmo, y en algunos casos crueldad. Se lo dejo al destino mis sacrificios, se lo dejo a mis nueve meses de espera mi tristeza, y si existe la suerte para personas como yo, le dejo el resto de mis días que todavía son como un río sin cauce. Porque muchas veces he sentido que mis pasos son para atrás (y ojalá me llevaran a un tiempo pasado el cual tal parece es cierto que siempre es el mejor) aunque aparentemente este avanzando. Creo que sólo son los años, ellos me llevan y espero no a la mediocridad.
Y siento que todavía toda mi vida es un “ojalá”. Ojalá no existiera la demora, siento que ella me atrapa en la duda, el día que llegue una verdadera felicitación, venida de alguien que la dignifique y no de alguien que la denigre con su reputación de pacharaco y holgazán como yo, veré que lo que he estado haciendo valió la pena y continuaré haciéndolo hasta que ya no reciba felicitaciones sino tiempo completo y atención, en ellos estará mi sueño alcanzado. Y ojala tampoco existiera la espera, siento que ella me atrapa en la angustia, el día que se acabe mi vulnerabilidad a las pupilas que me miran atentamente y prevalezca por fin la escurridiza confianza en mi mismo, sentiré que es posible hablar como escribo y que todas las pocas opiniones -pero estoy seguro acertadas- que me tragué, podrán ser bienvenidas en un mundo al cual ojalá pueda también cautivar y sino, seguiré con lo mío: Vivir con mis quebrantos y recaídas, con mis alegrías y victorias, con mis amistades que me extrañan y otras que me compadecen; con lo poco que me quedó de mi infancia, con lo mucho que me sobra en la distancia, con mis pecados en cercana penitencia, con los castigos que me merezco, con la voz aniñada de mi amada, con su sonrisa y sus gestos a lo lejos, y con lo más deseado y acaparador: en espera de su verdadero perdón, que todavía no llega.
Y siento que todavía toda mi vida es un “todavía”.

domingo, 27 de abril de 2008

Agonía intelectual


Dicen que es malo automedicarse, pero si la medicina sirve para encontrar la cura a algún mal, voy a suponer justificable mi voluntad de recetarme una pequeña dosis de desahuevina -como diría el viejo y beodo Bryce E. - para mi holgazanería, el mayor de mis males, y una pastilla amarga pero obligatoria, para reducir mi agonía intelectual. Una pastilla que a decir verdad, es una cápsula de esa de dos colores; un lado amarillo como el sol, para alumbrar a la mala mis días, que por falta de comprensión los oscurezco con mi tristeza y mi pesimismo; y el otro color, azul, por ocupar y pintar la mayor cantidad de espacio posible en nuestra tierra, aquello que nos calma la sed y aquello que nos protege de los rayos ultravioletas del sol, hablo de los océanos y del cielo, que abarcándolo todo, son testigos de los mas grandes movimientos en la tierra, para que así se vuelva más dinámico mi sueño de perpetuar mis ideas en algo nuevo y despabilado. Porque si llego a hacerlo sentiría que en todo este tiempo merecí tener oxígeno y lo digo por mis días, que parecen los últimos de mi existencia, donde sólo la muerte se le va asemejando cada vez más.
Cada ocho horas sería imposible para mi receta, las horas, los minutos, y mucho más los segundos son mis peores enemigos, el tiempo hace mella en mí con cada pálpito de mi corazón lesionado y lacerado, el cual me alienta a no hacer nada, el cual me empuja para atrás, y entonces ni siquiera un sentido tengo cien por ciento activo; mi eficiencia se reduce en una página incompleta hecha por un escritor inspirado en la fanfarria de su nulidad desconocida. Y lo digo jactándome por que hay veces en que mi producción es sólo una hoja en blanco, el vacío encarnizado en este rostro de ansiedad, angustia y preocupación, pues así como en este momento, que logro hilvanar mi pensamiento apremiado en escrituras que no sé si algún día algún personaje eximio diga que es bueno o malo -¡que chucha! si lo dice es porque logré hacer algo en la vida - se da todo lo contrario en mi rostro, lo siento sin sentirlo, pues me atrevo a decir que esto me nace, así aún no se sienta mi llanto en el mundo, pero el sosiego, la serenidad, y la tranquilidad que a fin de cuentas es lo mismo, le dan forma a mis músculos faciales.


Hoy que lo digo con firmeza, esperando -¡maldita sea, no sé porque siempre dudo!- que mañana lo siga diciendo, pues no sé cuando vuelva a recaer, mi vida es permeable a la exclusión de ventajas, de vacilones, a veces de farras (“obligadas de toda juventud”) de las que otros sí gozan, no sé si por mala suerte o quizá porque mi destino siempre me llevara a quedarme fuera de donde me gustaría estar, y haga que mis escrituras vayan siempre a un solo lado, contradiciéndome o dándome donde más me duele, mi odio a la monotonía, pues lo he dicho y lo seguiré diciendo siempre, mi existencia es una amalgama de vivencias. (Y esto sólo a través de la literatura, con quien tengo un idilio matrimonial). Mi estupor, que me pisa los talones en la carrera de quien sale del anonimato primero, en la búsqueda de sueños de artistas de antaño que hoy sólo son creadores de nimiedades como estas- pues nada estoy narrando y de nada te estas enterando, sólo de la amargura de estar escribiendo lo trivial (no sé hasta cuando) de mi pensamiento - habrá expirado antes de caer al abismo en el que me pone al borde gracias a mi receta. El gran salto no será la cura a este mal que me aqueja, sino será el resultado de mi trabajo espontáneo, quizá de una efervescencia esporádica en mí o simple y llanamente mi voluntad a veces incontinente, como me gustaría que sea siempre, que me empujó a sentarme frente a mi escritorio sin antes haberme “prendido” o alcoholizado, (los que se sienten aludidos no le hagan caso a mi envidia) pues si algún día lo hago, aunque de todas maneras sacaría lo que llevo muy dentro de mí, (aunque talvez sea uno de mis tantos prejuicios que aún no erradico), se los juro por mis tres hermanos que antes se los pongo sobre aviso. La cura será la aceptación de todos ustedes, no de su reconocimiento o admiración - no soy un idiota que sufre de ego alto, tampoco un vanidoso; si advierten algo de patética vanidad en el clima de este mi mundo, al cual los invito a pasar las veces que quieran, les ruego que me dispensen - sino su tiempo; sino su tiempo, y si se quedan hasta el final mejor, por que así podrán después aceptarme o rechazarme y así obtendré solamente un paliativo, pues ahora que lo pienso estoy gravemente enfermo y voy a seguir estándolo hasta que el mayor de mis males se transforme en brío intemperante y así lo concibo quiméricamente, para que ninguna de las obras de todos aquellos escritores como los que yo quiero ser, sea excluida en mi conocimiento o pertenezca a mi ignorancia. Y tú si no lees a nadie, al menos léeme a mí, humildemente te lo digo, automedícate, algo bueno abarca mi mensaje.