lunes, 30 de agosto de 2010

Minina

He empezado a odiar el sonido de mi despertador, siempre puntual, a la misma hora, todos los días. Algún día podré ignorarlo, ahora no. Si lo hago, luego debo soportar miradas inquisidoras; y en esta etapa triste de mi vida, cuando intento sentar cabeza, no puedo darme el lujo de mandar a la mierda todo aquello que me disgusta. Lo que más extraño de mi anterior vida, es el cariño de mi madre al cocinar, por eso creo que en parte tenían razón al decirme mantenido.
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Mi gata siempre fiel, duerme a un lado de mi cama y es la primera en saludarme. Creo que también ha empezado a odiar el sonido de mi despertador. Mis padres nunca me dejaron tener mascotas y a mis 30 años, recién se lo que es tener una. He observado su comportamiento y creo que es la única que me da auténticas muestras de cariño, sobre todo cuando lame mi mano. Es una dulzura. Yo le correspondo quitándole las legañas.

Debí imaginarme que al mudarme a este cuarto, iba a tener los mismos problemas de siempre. Es increíble pero pareciera que las ratas me persiguen, vengo ahuyentándolas toda mi vida. He visto varios documentales sobre la vida de estos roedores y si no fuera por su tamaño, creo que serían muy superiores a otros animales. La experiencia me ha enseñado que con bocado nunca morirán. Por eso decidí conseguirme un gato, así, sin titubeos, de manera tajante y en definitiva, un gato, un felino guardián.

Cuando me lo regalaron, me dijeron que era macho; pero he descubierto que no lo es. Hace poco, un amigo, me contó que a él también le regalaron uno, que al igual que el mío, no tenía pene, ni bolas, pero que con el tiempo le aparecieron. Y como mi pequeño felino no daba señales de que pronto le saldrían bolitas entre las piernas, decidí averiguar en Internet cual es la diferencia entre las gatas y los gatos. Me sorprendí porque para conocer el sexo de mi gato, sólo bastaba mirarle el pelaje. Como el mío es tricolor, entonces es hembra; si hubiese sido de uno o dos colores, me hubiese visto obligado a auscultarla con más minuciosidad.

El día que me la regalaron, le fue difícil desprenderse de las patas de su madre; pero con bastante cariño y una lata de atún, tres días seguidos, se convenció de que yo era un dueño que valía la pena. Esa misma noche ahuyentó a las ratas con su llanto desgarrador y exasperante y yo pensé, con total lucidez, que era más decoroso dormir soportando los maullidos de un gato, que los ruidos de una rata caminando por todo el cuarto incluida mi cama.

Después de ese mismo día, ya no tuve que sacudir mi ropa de excremento de rata y ya nunca más encontré mi jabón con pequeñas y perfectas mordidas de pericote, empecé a vivir con un poquito más de decoro y de la manera más sencilla. Ahora trato de ser amoroso con mi gata para que no me abandone también. Don Zenobio, me contó hace ya varias semanas, que los gatos se resienten para siempre y me ha dado miedo, con lo mucho que me costó conseguir a la Minina, con lo mucho que me cuesta asumir la soledad.

Así le he puesto de nombre a mi gata, ya dije que nunca he tenido mascota y tal vez por eso no me motiva bautizarlos como se debe.
Ahora que lo recuerdo, aquel día, me sorprendió mucho que Don Zenobio conversara conmigo tan abiertamente. Me dijo que el jefe está muy contento con mi trabajo y después, como si hubiese visto a través de mis ojos, empezó a hablarme de la vida y las mujeres y de las mujeres y la vida.

Habíamos recorrido la mitad de la ciudad realizando un trabajo que el jefe nos encomendó. Él conducía el carro y yo lo guiaba, entonces decidió detenerse en un restaurante. Vamos yo invitó, me dijo de buen humor. Eran recién las doce del mediodía, pero acepté gustoso sin reprocharle nada. Nos acomodamos en una mesa cerca de la ventana y empezó a hablarme de su vida, de su anterior trabajo, de sus hijos y de su mascota.

Tengo un gato, me dijo. ¿Y sabes? el gato es más fiel que el perro, te sigue hasta la tumba. Cada vez que llego a mi casa, me recibe con maullidos y ronroneos. Me persigue a todos lados hasta que le de algo de comer y cuando está contento, empieza a correr como loco por toda la casa y hace algo que me parece increíble: intenta atraparme la pierna con sus dos patas, jaja. Me alegra el día, así me haya ido mal. Pero sabes, creo que los gatos también se resienten. La verdad no es mío, es de mi vecina, no sé que le habrá hecho ella, tal vez no lo alimentaba bien, pero un día se acercó a mi casa, frotó su lomo entre mis piernas y como yo le correspondí con comida, se quedó.

Todo aquel comportamiento del gato de don Zenobio yo ya lo había observado y también gozado con Minina; pero no se lo dije para que se explayara en detalles y yo disfrutara de sus palabras. Me pareció una conversación predestinada porque después, cuando aún no nos servían el almuerzo, empezó a hablarme de mujeres. Apenas vio lo joven y buena que estaba la azafata, me habló de lo débil que es el hombre ante una buena hembra y de las consecuencias que trae sucumbir a la tentación. Premisa que yo no pude refutar.

No le había hablado a nadie de mi gata porque tenía miedo de parecer un hombre soso y ridículo a pesar de las variadas observaciones que había hecho de ella y don Zenobio se me anticipó con total naturalidad; ahora, tampoco había hablado con nadie de Cintya, una mujer que había empezado a cambiar mi vida perturbándome la mente, y de nuevo, Don Zenobio, adivinando los rumbos por los que iba mi existencia, empezó darme consejos como si fuera un laureado sobreviviente en la guerra de la vida.

Antes de comprometerme con Nelly, yo había estado enamorado de Cintya. Sin haber hablado nunca con ella, sentía que la quería, que mi vida estaría completa si pudiera tenerla, la imaginaba llevándola de la mano a todos lados, besándola en el parque, en la playa, en el cine; pero en aquellos tiempos no podía hacer nada porque era la novia de Andy, un sujeto que cuatro años después de haber estado con ella, se fue a Lima con sus padres, prometiéndole simplemente no olvidarla jamás.

Cuando yo tenía tu edad, hacía y desasía. Desde muy joven me acostumbré a darle a las mujeres lo que verdaderamente quieren. Hubo un tiempo en que me frené un poco porque me aterrorizó la enfermedad del sida; pero mis trabajos me ayudaban siempre a estar rodeado de hembras que finalmente atracaban conmigo. A mi mujer le habré sido infiel un millón de veces, pero ¿sabes? la verdad siempre sale ha descubierto y si en ese momento, no actúas con la madurez y la astucia precisa, estás perdido. Yo ya no sé que me espera, pero cuando tu pareja descubre que le has engañado, aunque te perdona, no olvida jamás lo que le hiciste y eso es un suplicio que lacera tu conciencia cada noche.

Por casualidades del destino, Cintya entró a trabajar a la empresa recomendada por un familiar del jefe. Al verla, reconocí aquel sentimiento de antaño, la misma angustia de creer estar frente al verdadero amor y no saber qué hacer. La primera vez que conversé con ella, pude confirmar que siempre supo de mis sentimientos. Recordaba quien era yo en aquellos tiempos, que hacía y con quien andaba, incluso recordaba mi nombre completo. ¿Aún estás enamorado de mí? ¿Aún quieres estar conmigo? leo a veces en sus ojos y en algunos de sus gestos; pero me detengo temiendo engañar a mi destino.

Don Zenobio dejó de hablarme porque recibió una llamada a su celular. Entonces, escuchándolo, pude darme cuenta que lo que me había dicho, era para convencerme de no caer en la misma trampa de la que él, aún no puede escapar, por que empezó a decir palabras cariñosas, inspiradas por una mujer, tal vez 10 o 20 años menor que él. Minutos más tarde, cuando terminamos de almorzar, llamó a la azafata para pedirle que por favor le alcanzara una bolsita, entonces empezó a juntar los huesos que habían sobrado y dijo: “Ahora sí, nadie más contento que mi gato”.

Minina es la única que me acompaña ahora. Después de 6 años de relación con Nelly, habiéndole huido al matrimonio infinidad de veces, ella decidió dejarme. Me acusó de ser otro hombre, uno más egoísta y retraído que el de los primeros años. Me culpó de haber permitido que ella se enamorara de un tipo que dice más palabras cariñosas y que da más amor, sin miedo al despilfarro. Quizás ella también necesitó de alguien maduro que la invitara a almorzar y que con sus palabras la convenciera de que en todo este tiempo de pecados, ha tenido suerte; que le advirtiera que algún día, las maldades cometidas nos condenarán sin tregua alguna. No sé. Quizá ella fue honesta y yo un cobarde.

En la vida celebramos con entusiasmo todos nuestros triunfos y siempre hay alguien cerca de nosotros dispuesto a compartir nuestras alegrías; pero cuando una derrota llega y nos encuentra solos, sin ánimos de afrontarla, el golpe duele aún más. Debí haber amado mucho a Nelly para que aún me duela su partida. Ella no se anticipó a lo que iba a hacer yo. Como siempre, había pensado dejar que mis días y mis horas siguieran su propio curso, como las aguas turbias de un río, iba a seguir imaginando que Cintya y yo terminaríamos juntos en un mundo paralelo, espontáneo, de fantasía, lejano de la realidad, la que hoy, me recuerda que estoy solo.

Acaricio a mi gata, juego con sus bigotes y sus orejas, admiro sus ojos, recuerdo mi primeros días sin ella, deprimido y denigrado por ratas que merodeaban mis sueños, entonces reconozco su labor, se lo agradezco y termino preguntándole “podrás cuidarme de mí mismo”.