jueves, 4 de febrero de 2010

Ganas de nada.

Querida Graciela: Ya te habrás dado cuenta que estoy muy cambiado o mejor dicho muy callado. No sé qué tengo. De pronto me entraron unas ganas terribles de odiarte. Justo ahora en el mes del amor. Aunque, si lo pienso bien, eso no tiene nada que ver, ¿no es así? Discúlpame. Si gustas, ódiame tú también. Hoy, es uno de esos días en los que no dan ganas de hacer nada. Cualquier cosa lo hace recordar a uno que está más solo que nunca. Sin fuerzas para soportar lo que más me deprime. Creo que siempre he sido emocionalmente inestable. Y no es que ya no quiera hablarte, he perdido el interés en todo, incluso en ti. Pienso que eres falsa tan sólo porque se me hace difícil comprenderte, cómo verás, estoy muy mal de la cabeza. Dicen que estamos recuperando el autoestima pero yo me siento más idiota que nunca. A pesar de que todo me sale bien, no me siento conforme, podría ser capaz de mucho más pero como te repito, son muchas las cosas que en mi cabeza hoy dan vueltas y no me dejan pensar muy bien. Podría resumir diciendo que a cada rato me dan ganas de vomitarle la cara a alguien. ¿Cómo explicarlo?, hay gente que no soporto, pero a diario debo convivir con ellos, cruzármelos. Por ejemplo, en estos momentos, afuera de mi casa, se escucha el llanto desgarrador de un perro y es porque, de seguro, algún cretino lo ha encerrado, amarrado o envenenado. En otras palabras, hace mucho que no organizo una mudanza. Ya no te preguntes que es lo que tengo, si es que lo haz hecho, lo único que necesito es alejarme del mundo unos 80 años y después regresar, solamente para despedirme y pedir que me incineren y arrojen mis cenizas al desagüe, si te das cuenta, allí, hay animales muchísimo más limpios que nosotros los humanos. Así aseguraría también, que mi alma ya no padezca aún de muerta, aunque ahora dudo si me queda algo de alma.
Eso es lo único que tengo, ganas de alejarme y ya no dejar que vengan a metérmela en la boca. Últimamente también me he puesto muy grosero, tal vez por eso evito hablar con personas como tú, aparentemente tranquilas. Pienso que quien lee y escribe lo sabe casi todo; y yo, he dejado de leer y escribir hace ya mucho tiempo. Últimamente sólo me he dedicado a soportar las sonrisas hipócritas, los apretones de manos interesados y las miradas discretamente conspiradoras. No sabes cuantas arcadas he tenido que aguantar.
Te cuento. Siempre te contaba mis cosas, ¿recuerdas?. Ayer, se apareció en la puerta de mi casa un joven muy simpático. Yo estaba afuera esperando que salgan mis amigos para jugar fulbito. El joven me quedo mirando muy sonriente y me preguntó: ¿es tu pelota?. Sí, le contesté. ¿Haber préstame?, me dijo. Y al dársela me puse tan triste que tuve muchas ganas de llorar. Hasta ahora no lo he hecho, pero en cualquier momento me quebraré y tendré que salir a buscar al corral de los animales, algo con qué secarme las lágrimas. Tal vez el único que entienda mi dolor en ese momento, será el gusano apunto de ser devorado por el polluelo. ¿Alguna vez has estado en un corral?. Yo me siento muy bien ahí. Pero bueno, como te venía diciendo, el muchachito se puso a hacer dominadas. Sólo lograba hacer una torpemente y después corría a recogerla, pero no sabes cuan feliz se le veía. Era un discapacitado intelectual que pasó por mi casa enviado seguramente, por el Dios de los idiotas (que debe ser muy bueno) a tratar de enseñarme como ser feliz en mi propia desgracia. De nada le valió. Sólo me hizo sentirse más jodido que nunca - hundido en esta tristeza que parece no tener cuando acabar - y preguntarme por qué, aquel joven tuvo que nacer así, siendo tan simpático y bueno.
Hay personas que dicen que tienen muchos problemas, yo solamente tengo uno: siempre me arrepiento de todo. Gustoso aceptaría matarlos. Lo haría con la percepción de estar realizando mi mejor obra, la de mayor bien social, incluso de caridad y de beneficio para la sociedad. Ellos ni cuenta se dan que su único problema es haber nacido. Yo no me aniquilo porque ninguna de las maneras que existen para acabar con la vida de alguien, son lo suficientemente decorosas para lograr que una persona como yo deje de existir. En otras palabras no puedo matarme con un matamoscas. A veces también odio ser humano. Cuando me deprimo y no tengo nada que hacer, escribo tanta estupidez (como esta), que me convenzo que de verdad, siempre he sido un estúpido. Lo único que me ha gustado hacer desde joven, es mirarles las piernas a las mujeres y sin embargo hoy me enamoro de minusválidas, en todo el sentido de la palabra. Si quieres, puedes incluirte. Acaba de empezar a llover. No adentro, sino afuera, lo siento. Aunque, muy cerca de mi cielo, hay una nube negra, tal vez empiece a llover más fuerte y el agua logre colarse por mi techo. No hay nada de metáfora en esto que te escribo, por si acaso, sabes bien que vivo bajo techos de calamina y que busco la sencillez expresiva y un estilo mucho más directo que sabe Dios quien. Y bueno, como te decía, no se que tengo, aunque pensándolo bien (acabo de tener una descorazonada) tal vez sea, haber descubierto que tú nunca me quisiste. Hasta nunca.

Adrián.