martes, 22 de septiembre de 2009

La verdadera imaginación

Jamás tuve un buen profesor que me de a leer un buen libro. Ahora soy de la idea de que hay cuentos y novelas que debemos leer en cierta época de nuestras vidas. Me arrepiento mucho de no haber leído algunos cuentos cuando mi existencia bordeaba los 15, 16 y 17 años. Me hubiese dado cuenta de que no estaba solo, que lo que me pasaba era común en chicos de mi edad, que había modos para proceder sin miedo a la derrota, que la amistad es algo imperecedero sólo cuando existe lealtad y que cuando el amor tocaba a la puerta había que saber reconocerlo.

Ahora eso ya no me importa porque nunca es tarde. Ahora lo que hice bien o mal, propio de regocijo o de arrepentimiento quedará grabado en cada uno de mis relatos y el tiempo en que lo viví, tendrá repercusión en mi propia voz.
Obras literarias han habido muchas cerca de mí, en mi casa, en mi cuarto, a mi alrededor, pero no eran las adecuadas para secundar el paso de mis días. La literatura tiene una función y es ayudar a que el mundo se sobrelleve, que cambie y hay libros para cada etapa de nuestras vidas. Así lo creo.

Hoy escribo porque no puedo evitarlo, porque así soy feliz, porque quiero que me lean y sepan que no existen razones para sentir soledad. Siempre habrá una buena obra literaria esperando por nosotros. Tal vez yo sea un representante más del realismo urbano, tal vez yo nunca convenza a los lectores y lectoras de la literatura inspirada; pero nunca dejaré que quienes me lean, pasen por lo mismo que pasé yo: cómo lector me llevé una gran decepción cuando supe que muchos cuentos que me cautivaron, fueron escritos basados en una experiencia real pero con desenlaces propios de la imaginación o mejor dicho del deseo frustrado del autor.

Creo que es una gran crueldad decir que lo inventado a partir de la experiencia propia o contada, se justifica cuando es algo verosímil, cuando es algo que podría suceder en la vida real. No es más que un malintencionado maquillaje hecho en un rostro magullado por las penas y la compunción. Dicen que la ficción nunca supera la realidad. Pues sí. Yo pienso que es gratificante crear algo que siempre vivió en nuestros deseos y que nunca se concretó, crear la historia como nos hubiese gustado que suceda en la vida real pero así mentimos con el corazón y lo dañamos con sensaciones efímeras. Yo prefiero que la luz divina de papá lindo me de inspiración para inventar algo digno de la verdadera imaginación.

Me gusta pensar que lo que he leído, sucedió, no en la imaginación del autor, sino en una época, en un lugar, en la vida de alguien. Sentir eterno cariño por “Colorete” y a la vez fervoroso respeto por Oswaldo Reynoso; reírme con “Una mano en las cuerdas” recordando al Manolo de Alfredo Bryce, como si me acordara de mí mismo y admirar a Miguel en un “Día Domingo” vargasllosiano, pensando que yo alguna vez tuve los mismos miedos y que también alguna vez los superé. Suelo pensar que mi teoría del Anticuento es una vaguedad, que los relatos que escribo para guardar o para postear son solo el trabajo forzado de un escribidor común y corriente, defensor de un movimiento, pero me siento muy bien conmigo mismo cuando escribo la verdad.

No me he puesto a contar si tengo más anticuentos que cuentos, si he escrito o descrito más sucesos reales que imaginarios, si me he dejado llevar por mis ilusiones inconcretas o si mi inclinación por lo real venció. Varias veces he sucumbido a la tentación de inventarme relatos, pero las veces que caí, he puesto siempre sobre aviso que estoy llegando con cuentos, que vengo con mis alegrías incompletas amenazando. No obstante, ¡a mí que ya no me vengan con cuentos! Desde que conocí la forma más común por la cual, los escritores se valían y se valen para darle un final a un relato, al instante pude adivinar cual era la parte inventada. Y es que era demasiado bonito o demasiado feo para ser verdad, pero valgan verdades cómo disfruté cuando los leí. Sin embargo... hoy ya no quiero sucumbir más... hoy voy a inventarme dos finales para todo... desde hoy tendré un final real y un final imaginario...

sábado, 5 de septiembre de 2009

Los chicos de arriba (III)


En aquellos tiempos pensábamos que se merecía que lo fastidiemos. A veces faltaba a clases y cuando entraba, se salía antes de la hora. Su celular estaba repleto de mensajes de texto con palabras cariñosas que a nosotros nos parecían pura cursilería, pero él actuaba tan espontáneamente, que llegó a mezclar su exhibicionismo con tal desfachatez, que cuando se atrevía a opinar de amores o de algunas “relaciones de marcación”, lo tildamos erróneamente de conchudo y no lo dejábamos hablar. Terminó jalando más de un curso, dos para ser exacto; y hoy, al igual que muchos de nosotros, continúa atrasado, aunque solamente él por amor, algunos de nosotros por descuidados y flojos.

Nos reíamos a carcajadas de su ternura y pasión incomprendida, pero quien no le vio alguna vez esa mirada llena de melancólica preocupación (no tengo otra descripción), esa mirada de nostalgia en la que fácilmente podíamos interpretar el nombre de Romina, envuelta ahí en un brillo cándido que reflejaba sus ganas de tenerla todo el día a su lado. (Los que han estado enamorados alguna vez, entienden lo que digo). Sus ojos llevaban ese brillo espontáneo: lagrimosos y tristones cuando la extrañaba; alegres y pícaros cuando la tenía a su lado, pero siempre apasionados, y lo afirmo porque todas sus decisiones estaban cargadas de una prioridad amorosa casi inconsciente.

Era un amor de aquellos que sólo una vez se presentan en la vida y que Ickabod lo sabía y por eso lo vivía intensamente, por eso amaba desenfrenadamente y a veces creo que sin ser correspondido, no se sabía si de la misma manera loca y envidiable pero en él lo era, porque en sus ratos libres, de esos en donde nosotros preferíamos ir al taco, al play, al fulbito, a la chicha, a los vinos o a la disco, él prefería estar con ella, acompañándola, amándola y ayudándole en su labores. Su forma de amar era distinta, nueva y cómica para nosotros, cuando le preguntábamos que tiempo tenía con ella, nos decía los años, los meses, las semanas, los minutos y hasta los segundos, era un amor sencillamente extraordinario.

A mí Ickabod me entusiasmaba porque era todo un personaje; su forma de ser me generaba curiosidad, me fascinaba observarlo y describirlo. Era (es) bajito, delgado, el rostro lozano como un niño y el cabello negro siempre despeinado. Había perfeccionado su silbido de pajarito para que los padres de Romina no sospecharan de su shakesperiana presencia en su ventana. Su dormitorio estaba repleto de peluches y en las paredes tenía pegados dibujos grandes que ella misma le había hecho y regalado y que a mí me hacía envidiarlo sanamente; parecía feliz, correspondido. Sin embargo lo que me causaba más curiosidad en él, era su preferencia por lo grotesco, le gustaba crear dibujos insólitos y siempre se inspiraba en la muerte, en el final, su mayor obra de arte era una pintura en donde se entrelazaban los restos de almas en pena, muertos con ojos colgando, crucifijos y rosarios chorreando sangre, cuernos de diablo y dientes de vampiros, uniformes de guerreros mitológicos y aviones de guerra sin gloria.

Su preferencia por lo estrambótico y su desenfadada personalidad, era un contraste con su forma de amar. Nadie le negaba su talento para el dibujo, a muchos profesores los caricaturizaba en secreto y a muchos de nosotros nos parodiaba en algunas hojas de su cuaderno. Un cuaderno azul, con fotos de él y Romina abrazados y besándose. Su mayor logro académico era amar sin reservas. Yo siempre lo imaginaba saliendo de su casa con el cuaderno en mano sin sentir una pizca de vergüenza, al contrario, mostrando orgulloso la foto de la chica que adoraba. A mí entonces siempre me hacía pensar “¿carajo eso es el amor?...” El anillo que llevaba siempre puesto con el nombre de ella inscrito, era una prueba más del intenso amor que le profesaba, al igual que ella. Pero Ickabod pensó que su relación con Romina sería para siempre, forever, hasta la muerte, así lo demostraban sus sentimientos, así se lo había prometido ella... por eso cuando llegó el final, fue muy duro para él. A nosotros nos indignó mucho verlo sufrir, era un gran amigo, un gran amante y no era justo lo que le estaba pasando. Nosotros fuimos testigos de su dolor, lo escuchamos contarnos todo lo sucedido días después de la ruptura, en un tiempo en que la depresión lo hizo desaparecerse de aulas y que en un respiro de razón, le dio tregua para que salga y busque a sus amigos... porque la vida continuaba...porque la vida siempre da vueltas... porque hay que pensar en mañana... a pesar de que para él, ya no tenía mucho sentido.

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Ickabod

Aún la amo... Por más que quiera ocultarlo, por más que quiera aparentar que su ausencia no me duele... Repito su nombre preguntándome por qué me dejó… Hoy quiero desahogarme de otra forma que no sea llorando. Ya he llorado lo suficiente. Mis lágrimas sólo refrescan su doloroso recuerdo. Es cierto que tengo la mirada triste. Mis ojos la lloran porque la amé de verdad, imaginé el resto de mis días a su lado, soñamos un futuro maravilloso juntos y hoy la veo pasar de la mano de un idiota mucho mayor que ella.
La idea de viajar me angustia mucho, siento que la voy a extrañar más de lo que la extraño aquí; pero mis viejos lo han decidido así. Mi autobús a Tarapoto sale mañana temprano, mis tías y mis primos me recogerán allá. No he debido dejarme ver deprimido, a mi vieja no le gustó verme así y me ha dicho que haga algo, que salga, que viaje; pero ya me compró el pasaje sin darme tregua alguna.

Romina, te amo, han pasado tres semanas desde que te separaste de mí ¿por qué lo hiciste? ¿En donde quedaron nuestras promesas? Aún recuerdo nuestro primer beso, creo que nunca lo olvidaré. Tú me gustabas desde siempre y yo vivía acobardado, sin pensar en declararte mi amor. En esos días, jamás busqué una oportunidad para decirte lo mucho que te quiero, no me atrevía a declararme como lo hacían los demás chicos con las chicas que les gustaban, pero en cambio entre nosotros ese momento se dio por sí sólo y ambos nunca lo buscamos.

Ella me dijo que también yo le gustaba, pero que no iba a decírmelo. Recuerdo muy bien aquel 7 de Febrero del 2004. Yo llegaba del centro pre. Eran cerca de las 7 y 30 de la noche y pasé por su casa, en el edificio 8. La encontré sentada en el segundo piso con unas amigas. Recuerdo que la salude: hola Romina, cómo estás, tienes algo que hacer, no nada, hay que conversar un rato, ya pues. Y estuvimos allí conversando, los dos solos, en la escalerita de la casa de su amiga, hasta que mi papá me llamó al celular y me dice: “hijo ven rápido porque vamos a salir a comer” y yo le dije “ya papá, pero voy a demorarme un ratito más”, porque yo pensaba demorarme un ratito más, porque estaba ahí solo con ella, entendiéndonos, riéndonos, conociéndonos, enamorándonos, además mi casa estaba cerca de su casa. Pero al rato, vi a mi viejo pasar con su carro y tuve la ligera impresión de que logra verme y que retrocede. Yo me asusté porque en ese tiempo estaba postulando a la Universidad y quedarme en la calle conversando con unas amigas era una de las distracciones que mi viejo me había prohibido. Entonces asustado, le pido a Clara - su amiga de Romina - que me esconda en su casa, ella accede y fue cuando sucedió: Romina se esconde conmigo y me abraza. Fue el abrazo más hermoso que me habían dado en toda mi vida… tal vez el que más extraño... Empezó a tratar de calmarme, “¿qué te pasa?” me preguntaba y me abrazaba, y yo le decía “nada, nada”, entonces la miro a los ojos y le digo sin esperar respuesta: “sabes, me gustas mucho y siento que estoy enamorado de ti”.
Que triste felicidad siento al recordar esto, no le dije para estar, no le pregunté si quería ser mi enamorada, pero ella después de mis palabras, se acercó y me besó por primera vez.

Romina, aún recuerdo cada detalle nuestro, mis días a tu lado fueron apasionados y excitantes, te cuidaba, te mimaba, mi forma de amarte siempre llamó la atención de los demás, pero tuvo que suceder lo inevitable. Aún no se si hice algo malo, si te descuidé, a veces dudo si me amaste de verdad, pero me he convencido de que contigo jamás podría volver a estar, aunque te siga amando, creo que me hiciste mucho daño.

Así comenzamos nuestra relación. Ella tenía el apoyo de toditita mi familia, sabían que era una chica buena, centrada, sencilla, de ideas claras y bastante madura para su edad respecto a la toma de decisiones; pero a mí su familia nunca me aceptó, me detestaban, me aborrecían, solamente sus primas me pasaban, nadie más, debió ser por distintas razones, por eso para mí nuestra relación siempre fue muy dura.
Tal vez, como todo papá y toda mamá, los de Romina, querían lo mejor para ella y en mí no vieron nunca al chico adecuado, (creo que jamás llegué a llenar sus expectativas). Sentían que yo jamás podría darle lo que ella siempre tuvo; porque su familia siempre ha sido más acomodada que la mía. Sentían un desbalance de nivel, así le decían y ella me lo contaba: “hija tú estás acá, y al estar con él, ¡que tal diferencia!”
Pero ella demostraba que me amaba. Lo recuerdo.
Aunque sus papas siempre trataron de ser un obstáculo para nuestro amor, Romina luchó muchas veces con ellos. Cuando estábamos a solas me contaba todo lo que le decían y hoy puedo aceptar y hasta jurar que eso es lo que más me dolía: sus insultos, porque además de soportarlos debía aparentar que no me afectaban. De paso le decían “Icka, también a ellos les molesta que tú seas más chiquito que yo”. (¡cómo regresa a mi mente su voz con las frases más dolorosas!)
Les molestaba que yo sea chiquito, chato y le decían que yo no tenía futuro. Entonces, lo que hacía yo siempre, era ponerme una especie de rótulo fosforescente en la cara que decía “indestructible”, pero por dentro la sangre la tenía hirviendo de pura rabia e impotencia.
Duele que la familia de la flaca con la que quieres quedarte o establecerte, piense lo peor de ti. Además de todas las injurias que dijeron en mi contra, me inventaron malas costumbres, como que era vago, fumón, alcohólico y de paso chiquito, feo y bueno para nada, que nada de bueno tenía, que qué era lo que me veía. Nunca le demostré que eso me dolía como mierda, porque no quería que esté conmigo por lástima, sino porque aún “me amaba”. Lo asimilaba con naturalidad y aguantaba el dolor.

Nos conocimos en la pre y estuvimos como amigos por un tiempo de cinco meses. Ambos salíamos de una relación no tan significativa, porque seis meses no son nada para los 4 años que estuvimos juntos.
Siempre buscábamos un tiempo para estar a solas, así su padres no nos aceptaran. Ellos siempre pensaron que lo nuestro era algo pasajero, pero cuando ya habíamos empezado la relación, conocíamos muy bien cuales eran nuestras debilidades y al cumplir un año más, nos decíamos “pucha esto da para más, hemos pasado lo peor, pero esto da para más. Y yo le decía:
- Si tu papá supiera, si tú le contaras, si te armaras de valor y le dijeras: sabes que papá, él me quiere mucho y yo también lo quiero mucho, él me ayuda en mis trabajos, él es muy cariñoso conmigo, me trata muy bien, así tengas miedo de que te peguen o te golpeen, quizás las cosas serían diferentes.
- Pero Icka no puedo hacer nada porque me pueden gritar – me respondía ella temerosa – Tú lo sabes muy bien. - Pero nunca la obligué, nunca le dije sabes qué, tienes que decírselos porque si no…yo sólo le decía:
- Es mi opinión creo que si tú les dijeras, creo que si que tú fueras más sincera: sabes que mamá así me pegues, él me ama y me ayuda en la universidad, me ayuda en mis tareas, este trabajo que tú tienes acá mamá, él me ha ayudado – Pero nunca se atrevió. Nunca utilizó los argumentos que yo le sugería. Al parecer las frases despectivas que sus viejos utilizaban para referirse a mí también la marcaron.

Pero bueno, cada salida nuestra era una aventura, era estar mirando a todos lados, (incomodaba pero en cierta forma excitaba) y era triste porque a veces: “Icka, tengo que llegar a tal hora, no hay que ir por aquí porque me pueden ver” pero pucha, era lindo, porque salíamos y teníamos que estar así, alertas disfrutando de cada momento que podíamos estar juntos.

Cuando ella estaba postulando por la pre y yo ya había ingresado, me iba a buscarla todas las tardes para estar con ella aunque sea por unos cuantos minutos. Tenía un amigo que estudiaba en la pre por las mañanas y me iba a verlo toda las tardes a su casa para que me preste su carnet. Entraba, silbaba como pajarito para que ella sepa que yo ya había llegado y esperaba el receso metido en la biblioteca para poder verla luego por un tiempo que me parecía cortísimo. Más tarde, a la salida en las noches, nos despedíamos dentro de un aula porque sabíamos que su viejo ya estaba abajo esperándola. Algunas saliditas sí, algunas saliditas no.
En esa época de la pre que duró desde abril hasta junio, cuando ya teníamos tres meses de enamorados pasó el primer problema con su vieja y su viejo. Dos días antes del día de la madre, Clara nos dijo para ir a comprar algún regalo. Fuimos y nos demoramos mucho. Cuando llegamos y bajamos del colectivo, vimos a su mamá que estaba esperándola parada en la esquina de la calle desde quien sabe qué hora. Se acercó con la cara muy seria directamente hacia mí y plum me estampó una tremenda cachetada. Fue la primera de muchas. ¡Carajo deja en paz a mi hija...! ¡mocoso de mierda…! Al día siguiente su papá se fue a buscar a mi viejo. No sé qué le habrá dicho porque yo no estuve, pero estoy seguro de que se comportó de manera insolente, porque cuando llegué a mi casa, mi viejo no me reclamó ni me regañó y sólo me dijo “hijo por favor no quiero tener problemas, ten cuidado con esa chica” En cambio a Romina, su viejo la castigó. Yo lo odiaba, lo aborrecía. No entendía cómo podía reclamarle a Romina siendo la cagada que era. Tenía otra mujer y creo que con las dos vivía porque siempre lo veía llegar a casa de Romina. Pero creo que nunca debí juzgarlo. Ella salió igual a él.

Precisamente con él tuve el primer problema en el día del padre. Fui a recoger a Romina a la casa comunal, donde tenía un seminario de medicina. Primero nos percatamos: “amor hay que fijarnos...” y como vimos que su viejo no estaba, salimos muy tranquilamente de la mano.
Pero él había ido a verla en taxi y cuando nos dimos cuenta, era demasiado tarde, estaba atrás nuestro. Pensamos que no había llegado porque por ningún lado vimos su camioneta. No teníamos ni dos minutos caminando por la calle y ¡Romina!. Ella al verlo se asustó mucho y me pidió desesperadamente que corriera. Sin embargo mi reacción fue quedarme parado, no quería que me tomen como un cobarde. “Icka, mi papá es capaz de golpearte, ¡corre!” “No pero flaca...” “¡Corre carajo!” me decía ella asustada viendo que él se acercaba. “Concha tu madre te voy a sacar la mierda” me amenazaba él aproximándose. “Toma un taxi, toma un taxi, corre, corre por favor” “pero flaca...” y me corrí. Abandoné el lugar ante la mirada de todos los curiosos. Huí como si fuera un delincuente que acababa de ser descubierto y no era más que un templado que quería disfrutar de cada segundo al lado de su amada.
Para mí ese fue un momento clave, porque ella demostró que también apostaba por la relación, porque cualquier otra chica, de tanto problema: “sabes qué chau, mejor termino contigo” pero ella también opinaba lo mismo de mí, ella también sentía lo mismo que yo.

- Sabes que Icka, yo te quiero mucho, porque a pesar de que mis papás te detestan, por que a pesar de que sabes que nos vemos poquito, que no podemos salir juntos, que no podemos ir a fiestas, que no podemos salir al parque, al cine, ni nada, tú estás ahí conmigo, sigues conmigo.
- Si pues flaca, algo bueno nos debe esperar, si ahora nos estamos privando de muchas cosas, es porque después nos esperan muchas cosas bonitas para vivirlas juntos – decía siempre yo optimista intentando animar las cosas y ella lo valoraba.
- ¿Si no? – me decía esbozando una sonrisa optimista y enredándome en sus brazos.
- Seguro tu mamá de aquí a algunos años nos va a aceptar y la vamos a pasar recontra bien – pero pasaron cuatro años y nada.

Después tuvimos algo de libertad. La conclusión a la que yo llegué era que su viejo pensaba que yo la inquietaba, pero luego, al darse cuenta de que también ella me buscaba, supo que ya no tenía derecho de reclamarle a mi viejo por algo que su hija también estaba cometiendo. Nos encontró un par de veces más por las que yo siempre tenía que irme corriendo y dejar que ella afronte con todo. Le pegaban, le sacaban su mierda. Yo lo sabía porque cuando nos reencontrábamos le veía las piernas todas marcadas y de sólo imaginar la forma como la golpeaban, me sentía muy mal. Inmediatamente llegaban a mi mente escenas terribles donde ella le rogaba a su viejo que no la golpee, pero él, la flagelaba a correazos con la mirada llena de odio y ella aguantaba por mí y me sentía terriblemente culpable. Le pedía disculpas con ganas de llorar.
Un día que también le pegaron por mi culpa fue en la navidad del 2006. Yo me había ido a verla el 24 de diciembre por la tarde y quedamos en vernos después de noche buena. Se había ido a la casa de su abuelito y yo tenía que esperarla en la tienda de la esquina hasta que salga a comprar. La veía tan sólo por dos minutos y en esos dos minutos yo estaba contentísimo. Así pasábamos nuestras navidades, pero esa fue una de las más tristes. Cuando salió y la vi aparecerse en minifalda, la note muy rara, cabizbaja. Cuando se acercó no pude aguantar el dolor. Tenía las piernas negras, moradas de los golpes que le había dado su viejo. Yo no entendía cómo él podía ser tan cruel hasta en víspera de navidad, en una época donde se supone que todo es paz y entendimiento. Me preguntaba cual era la forma en que a él lo habían críado en Chongoyape, su tierra.
Llorando me enseñó sus piernas marcadas.
- Mira amor mi espalda.
- Puchamare flaca no puede ser. Disculpa por todo – le decía yo, también llorando.
- Icka yo te quiero pues – me decía abrazándome.
- Perdóname, en serio, no te mereces esto flaca, es mi culpa – le rogaba yo sin saber qué hacer para remediar todo.
- No Icka. Es que mi papá tampoco no entiende, no es tu culpa, más bien es culpa de él, si tan sólo te conociera – me decía ella conteniendo la rabia y el dolor.

A mí esas cosas me marcaron, eran demostraciones de amor, de que creía en la relación, pero...
Otro momento lindo que no olvido nunca fue nuestra primera vez. Teníamos siete meses de estar juntos. Ella era virgen y yo casto. Siempre conversábamos, decíamos “sería lindo llegar virgen al matrimonio”. “sí pues”. Yo lo recuerdo como algo bonito, todo fue curioso, comenzó creo que cómo cualquier pareja con coqueteos, con caricias. Lo malo es que no preparamos nada romántico, sin pétalos de rosa, ni champagne, ni cena. Era nuestra ilusión pero no se podía. Precisamente, antes de terminar, hace tres meses, en Enero, ella me dijo: “Ay Icka quiero viajar a Piura de nuevo”. Y es que siempre que viajábamos a esos congresos, aprovechábamos al máximo para amarnos, nos preparábamos para hacer el amor y era mucho más lindo. Lo hacíamos en hoteles, tranquilos, con más privacidad, sin el miedo que sentíamos en mi casa pensando que iba a llegar alguien y nos iba a encontrar. Comprábamos rosas, vino, velas y algo de comer y preparábamos nuestra propia cena romántica. Luego nos duchábamos juntos y ella me decía: “Icka, yo quisiera casarme contigo”. Pero yo siempre trataba de poner los pies sobre la tierra, le decía “flaca, puede pasar cualquier cosa, te puede gustar otra persona, a mí me puede gustar otra” Y ella me respondía irascible “!No! Te puede pasar a ti, pero a mí no porque yo estoy segura de mis sentimientos”.
Qué equivocado estaba. Ahora entiendo el por qué de mis dudas.

Éramos de mundos totalmente distintos, su papá la sobreprotegía, sus amigos la querían demasiado y yo le daba esa seguridad de quererla tanto. Su mundo era su casa y sus amigas de la Universidad que tenían la misma mentalidad de ella: chibolas… y chocar con esa realidad misma de que “ya estás trabajando, te sientes libre vez, ahora ya puedes salir sin pedirle permiso a tu mamá, porque ganas tu plata si quiera” Y claro, le aumento su ego, porque una semana antes de que terminemos le dije:
- Flaca aunque sea para nuestro mes trata de salir más temprano - porque ya había empezado a salir tarde, y me parecía extraño, siempre salía 8 y 30 y de un momento a otro empezó a salir a las 10 y 30.
- Aishh pero Icka, tengo que trabajar, siquiera trabajo y no ando de vaga como tú y tu amigo Aarón – me dijo mirándome con cólera.

Pero yo la conocía lo suficiente. Cuando estaba cansada y estresada siempre decía cosas que a mí me dolían, que la tensión le hacía decir, pero cuando en esta ocasión me dijo “disculpa, digo cosas sin pensarlo” yo ya sabía que eso era una estupidez camuflada y que el verdadero motivo de su enfado estaba en otra parte con nombre, barba y cinismo propio, pero nunca me lo imaginé o nunca lo quise creer. Cuando uno dice algo es porque previamente lo piensa y con el impulso del momento – sea tensión, alegría o tristeza – dice siempre la verdad. Le conté a mis amigos, a Aarón y él me dijo “De aquí en una semana termina contigo Ickabod” y dicho y hecho, me largó sin mayores justificaciones que las de su trabajo.

El cambio fue repentino, yo no lo había notado, será porque ella sabe fingir. De la relación, lo que aprendió de mí y en este momento lo lamento, es a mentir.
Yo le enseñé a decir mentiras para que podamos estar juntos, para que su mamá pueda darle permiso de salir y le crea y confíe de que de verdad se estaba yendo al lugar que Romina le especificaba y no detrás del enano ese que era yo. “Di esto, di lo otro, pero no pongas esta cara, ponte así” le enseñaba yo, porque a ella, cualquier cosa que le pasaba, al toque se le adivinaba. Y Romina me decía temerosa “pero mi mamá…” y yo le insistía “no, no, no, tú nomás dile así, ten confianza” y le enseñé a mentir. Y ahora, por haberle enseñarle a valerse de engaños para lograr lo que quiere, me falló.
Sé que de mí aprendió muchas cosas. Cosas buenas como también cosas malas. Y lo que ahora me apena bastante, es que cuando aún estábamos juntos y ya había pasado medio mes desde que su abuelita había fallecido, yo la iba a recoger a su trabajo en el canal y aún le decía:
- Sabes que flaca, nos vamos para tu casa, no hay que salir ni hacer nada.
- ¿Por que Ickabod, si podemos salir aunque sea media horita para comer algo? - me replicaba ella.
- Ya. Podemos hacerlo, pero vamos en taxi a tu casa porque mínimo tienes que estar allí a las 9 para que apoyes a tu mamá bastante. Tu abuelita ha fallecido y tienes que estar con tu mamá para apoyarla de todas maneras. Tú sabes que tu mamá vive sola – le decía yo.
- Pero mi mamá no está mal – me contradecía ella.
- Sí, pero de todas maneras, tú sabes que tu mamá vive sola y es nerviosa – insistía yo.
- Ya amor, tienes razón – aceptaba al fin ella para que ahora se aparezca por su casa a las once, doce de la noche.

Yo me preocupaba mucho por su mamá, a pesar de que ella me odiaba. “Cuida mucho a tu mamá, ella debe ser todo para ti, porque si algo le pasa, tu papá no te va cuidar” le decía yo, que conocía la doble vida del señor.
A veces cuando Romina llegaba a verme triste por algo que su mamá le había hecho, yo no la defendía y más bien la contradecía:
- “pero flaca tu mamá tiene razón”.
- “Ay tú siempre te pones de parte de mi mamá” me contestaba ella.
- “Pero flaca es que cómo vas a hacer eso…” le insistía yo.
Ahora en cambio, lo que me duele es que por Armando llega a su casa a la medianoche dizque del trabajo. Se dejó ilusionar por él. Ya no está trabajando y ya no asiste a la Universidad, porque nadie la ve por allá. Se está yendo a la perdición, la votaron del canal y ahora ¿de qué está?, de acompañante de su enamorado, o sea, yo me digo: “si el pata la quiere de verdad y es una persona madura, debe ser más responsable”. Llega a su casa normal, de lo más fresca, pero anda detrás de él y le miente a su mamá de que asiste a la Universidad. Yo en parte, también tengo la culpa, la culpa de lo que me está pasando y de lo que le está pasando a ella, porque tarde o temprano ella se dará cuenta de su error. Aún así, de todos modos, no sé cómo el martes pude decirle todas esas palabras, creo que de tanto sufrimiento, de tanto dolor, me puse duro y rechacé sus disculpas. Ella quiso hablar conmigo, me buscó y no la evité.

- Flaca, ¿que pasa? ¿estás bien? – le pregunté haciéndome el desconcertado.
- Icka… - me dijo mirándome tristemente a los ojos y al no encontrar palabras para decirme lo que le dolía, agachó su cabeza y se puso a llorar en mis brazos – Icka, perdóname por todo – me dijo al fin.
- No tengo nada que perdonarte Romi – le dije - porque si no te pasaba a ti, quizás me pasaba a mí. Ya la relación terminó y no terminó como tú dijiste por falta de amor.. - le mentí sin ganas de juzgar a Armando, su enamorado, porque yo pensaba que si no hubiese sido él, hubiese sido otra la persona que me la hubiese quitado de mi vida.
- No es eso – me interrumpió – yo ahora reconozco que he estado confundida, me dejé maravillar por él, por su mundo, por todo lo que él había logrado, sentía en él un futuro a seguir, pero me equivoqué, perdóname Icka, quiero volver contigo, reconozco mi error. – me dijo sollozando y con lágrimas resbalándose por sus mejillas… por esas mejillas por las que yo tanto suspiré.
- Romina yo ya estoy haciendo mi vida y quiero que te enteres de lo que me está pasando por mi propia boca y no que te enteres por otras personas como me ha pasado a mí. He conocido a personas interesantes, precisamente este sábado he conocido a una chica muy buena que está pasando por lo mismo que yo. Pero como estamos pasando por lo mismo, le he puesto el pare. Yo no quiero hacer lo que hizo Armando contigo, ni quiero hacer el papel de Armando con ella. Nos hemos separado para que ella olvide a su enamorado y yo me olvide de ti, por nuestra propia cuenta. No quiero influir en su decisión, porque si te das cuenta Armando está haciendo mal allí contigo.
- Sí pues – me dijo bajando la mirada.
- Porque lógicamente, él siempre quiso contigo, pero cuando uno está templado y quiere primero ganarse la amistad de esa persona, yo en ese caso, lo que hubiese hecho en vez de Armando es darte tu tiempo para que te desenamores de mí por tu propia cuenta y no estar ahí de jodido; pero él estuvo ahí, ahí, y al fin y al cabo influyó en tu decisión – le dije razonando como un chibolo despechado enmascarado de hombre maduro.
- Sí, perdóname, él no es tan cariñoso como tú – me dijo atenuando el timbre de su voz, casi suplicándome.
- Pero flaca es por la misma edad pues, te lleva catorce años, esperabas que te trate así como lo hacía yo, con cariño, no es lo mismo – le respondí indignado – Yo te quiero por todos los momentos lindos que pasamos, pero si tú quieres volver conmigo no te la voy a dejar tan fácil Romina, si de verdad estás arrepentida y me amas vas a tener que lucharla – le dije.
- Está bien, lo haré Icka. Lo haré porque sé que eres una gran persona – me dijo.

Sin embargo, dos horas más tarde entré al messenger y me enteré de que había vuelto con él… Quizás habían discutido y pensó en mí, pensó en el ex que aún sufre esperando por su amor, quizás pensó que yo podría estar a su disposición las veces que ella quisiera para vengarse de su enamorado. Y quizás al no encontrar respuesta en mí, al ver que me negué, al ver que (en apariencia) no era el mismo idiota de antes, decidió irse con él, que con toda su pendejada, logró recuperarla y yo con toda mi idiotez, con todo mi dolor, la perdí…de nuevo… pero para siempre.

Ya es de madrugada, en cinco hora estaré viajando...Qué increíble.... ¡Qué calma siento!... Parece como si hubiese vomitado toda mi pena acumulada...
Después de haber escrito todo esto, tengo ganas de dormir tranquilo...incluso feliz...con una sonrisa...