Este mes he renegado de la vida. Me dediqué solamente a odiar, incluso al amor.
Odié ser un periodista, en su mayoría de veces, sólo de comisiones, me recordaba que muy tarde despertó en mí el interés por la cultura, por el orbe intelectual, por la realidad social. Odié el sol de mediodía, porque me recordaba que jamás podré escapar de mi triste realidad. Odié el viento de mi ciudad porque me despeinaba, me recordaba que muchos de mis sueños el viento también podría llevárselos algún día. Odié olvidar mis anteojos en casa (soy miope y me produce dolor de cabeza mirar a lo lejos), me recordaba que a pesar de todo, mi error más grande fue nunca haber visto lo que tenía cerca. Odié que se me cruzara alguien cuando caminaba apurado por la calle, me recordaba que a veces hay que aceptar obligadamente el destino, aunque se interfiera en nuestros deseos. Odié no poder abrir la ventana de la combi en que viajaba, me recordaba que soy un debilucho que en circunstancias adversas no podría escapar de la muerte. Odié que la mamá de mi hijo intentara ser buena justo ahora cuando ya es demasiado tarde, me recordaba que hasta hace poco me gustaba más enojada y que en tiempos aquellos, quise inventar una frase más poderosa que decirle “te amo”. Odié haberme enamorado veinte mil veces y creer que por las noches, estoy enamorándome por primera vez, me recordaba que el arrepentimiento casi siempre le gana a mi débil cordura. Odié tener que perder tiempo afeitándome, me recordaba que hasta hace poco pude ser atrevido y tener más de dos caras. Odié terminar la jornada en calles que no conozco, me recordaba que he vivido agitadamente pero sin saber en donde he estado parado. Odié al amor sin amor, me recordaba que desde hace mucho tiempo la verdad se fue de mi vida y que no debería esperar el cielo. Odié que el tiempo pasara rápido y que me dejara sin escribir, me recordaba que el mejor sacrificio que podría hacer es con mi propia vida, hasta que la soporte. Odié regresar a casa en las noches, me recordaba que siempre he estado sólo por razones que aún no sé explicar. Odié descubrir que siguen pasando los días sin estar feliz, me recuerda que no tengo su amor… y que la imaginación jamás perdona…
Odié ser un periodista, en su mayoría de veces, sólo de comisiones, me recordaba que muy tarde despertó en mí el interés por la cultura, por el orbe intelectual, por la realidad social. Odié el sol de mediodía, porque me recordaba que jamás podré escapar de mi triste realidad. Odié el viento de mi ciudad porque me despeinaba, me recordaba que muchos de mis sueños el viento también podría llevárselos algún día. Odié olvidar mis anteojos en casa (soy miope y me produce dolor de cabeza mirar a lo lejos), me recordaba que a pesar de todo, mi error más grande fue nunca haber visto lo que tenía cerca. Odié que se me cruzara alguien cuando caminaba apurado por la calle, me recordaba que a veces hay que aceptar obligadamente el destino, aunque se interfiera en nuestros deseos. Odié no poder abrir la ventana de la combi en que viajaba, me recordaba que soy un debilucho que en circunstancias adversas no podría escapar de la muerte. Odié que la mamá de mi hijo intentara ser buena justo ahora cuando ya es demasiado tarde, me recordaba que hasta hace poco me gustaba más enojada y que en tiempos aquellos, quise inventar una frase más poderosa que decirle “te amo”. Odié haberme enamorado veinte mil veces y creer que por las noches, estoy enamorándome por primera vez, me recordaba que el arrepentimiento casi siempre le gana a mi débil cordura. Odié tener que perder tiempo afeitándome, me recordaba que hasta hace poco pude ser atrevido y tener más de dos caras. Odié terminar la jornada en calles que no conozco, me recordaba que he vivido agitadamente pero sin saber en donde he estado parado. Odié al amor sin amor, me recordaba que desde hace mucho tiempo la verdad se fue de mi vida y que no debería esperar el cielo. Odié que el tiempo pasara rápido y que me dejara sin escribir, me recordaba que el mejor sacrificio que podría hacer es con mi propia vida, hasta que la soporte. Odié regresar a casa en las noches, me recordaba que siempre he estado sólo por razones que aún no sé explicar. Odié descubrir que siguen pasando los días sin estar feliz, me recuerda que no tengo su amor… y que la imaginación jamás perdona…