sábado, 29 de agosto de 2009

La chica de ojos grandes

“Hoy día empiezo. Haré lo que me dijo Miguel, no estaré callado o serio, demostraré alegría y entusiasmo por el curso y estaré con la idea de hacer amigos rápidamente” me iba pensando en el combi. "¡Instituto bajo!" le dije al cobrador.
Ahí estaba yo, de pie frente a mí nuevo centro de estudios, donde iba a aprender Computación e Informática por el transcurso de tres años. “De este lugar saldré de noche, espero que pueda adecuarme, mi destino me ha llevado a este horario nocturno y tendré que acostumbrarme” me dije.
Avancé y en la entrada, el portero me detuvo, le mostré mi carnet y le pregunté en donde quedaban las aulas de Informática. Él me indicó con una voz ronca y ayudándose con señas, que debía ir al fondo a la izquierda. "Gracias" le dije tímidamente y como me guió, seguí.
Llegué hasta un edificio. Yo ya sabía de antemano que las aulas de informática quedaban en el tercer piso, entonces entré y subí corriendo como si me persiguiera el miedo. Cuando cruzaba las escaleras del segundo piso, escuché que de la puerta del baño salía alguien, alcancé a ver que era una chica uniformada, como las que había visto en la puerta de ingreso, pero no le tomé importancia y seguí subiendo. Sin embargo, mientras avanzaba, escuché que ella cerró la puerta de golpe y al instante pegó un grito de dolor. Me detuve y volteé a mirarla. Resultó que se había chancado los dedos. “Qué estúpida” me dije. Entonces ella dirigió su mirada hacia mí y me hizo llevarme una agradable sorpresa; nos miramos los dos fijamente como reconociéndonos, y pues "sí, yo conozco a esa chica, Ericka, somos amigos" me dije. Yo quise hablarle y le sonreí, pero ella bajó su mirada muy rápido , sosteniendo su mano, un poco avergonzada.
En ese momento sentí como si la hubiese perdido. La había conocido hace poco en el gimnasio de Marcos y me gustó desde el primer momento que la vi. Su cabello era castaño oscuro, sus ojos grandes, muy grandes, demasiado grandes, como para mirarme mejor, capaces de enamorar a cualquiera con una mirada suya. Me hubiese gustado aprovechar la oportunidad para hacernos más amigos conversando un rato, aprovechar el tiempo que tenía antes de que empezaran mis clases, "además ella se había ido al baño porque seguramente había pedido permiso, pero está claro que quiso esquivarme. Bueno si estudias aquí, habrá un día en que nos choquemos de nuevo” me dije y seguí subiendo.
Tenía que ir primero a buscar a la secretaria en el tercer piso, mostrarle mis papeles para que ella me indicara cual iba a ser mi salón, así como me lo explicó mi prima. Claro que lo que no me dijo, es que la secretaria era una mujer riquísima y que debía evitar tartmudear. Tenía ahora que esperar cambio de turno, había llegado demasiado temprano; salí de la oficina de la secretaria riquísima y me puse a esperar, apoyado en el pasamano de la escalera, frente a la puerta del baño de hombres y con la única distracción de un periódico mural, lleno de trabajos por computadora, con título de “Diseño Gráfico”. Luego - después de unos 10 minutos - escuché que alguien subía por el primer piso, incliné el cuerpo y busqué quien era. De repente me entró un pequeño miedo al cuerpo que me hizo estremecerme, era Ericka subiendo de prisa con el cabello suelto moviéndose con inquietante dulzura. "¿Se soltó el pelo, no será que se chancó los dedos por mi culpa?" pensé. Yo como si no la hubiese visto, entré al callejón de las aulas y me arrinconé a un lado de la puerta de mi salón, frente a la oficina de la secretaria y empecé a pensar. “Viene por mí, acá en el tercer piso sólo está el baño de hombres y ella nada tiene que hacer aquí. De seguro allá abajo, hace un momento, esquivó mi mirada porque se arrochó de que me diera cuenta de su chancada o tal vez no se sentía a gusto de que la vea con ese uniforme, pero se ve muy linda, demasiado curiosa y atractiva, como para que deje de gustarme”.
Me apoyé de espaldas a la pared, cruzando los pies y los brazos, esperando con la cabeza gacha, adecuando una postura pensativa y seria, hasta que pasó por mi lado rápidamente. Pude ver que me miró de reojo, pero no se detuvo, siguió de frente y volteó el callejón directo a la segunda aula. El instituo era un laberinto.
Me quedé intrigado, “¿A dónde va?, si ahí no hay nada, sólo un aula más de computación, ella está uniformada y a los de computación no les exigen uniforme, sólo a los que estudian una carrera técnica, ella cuando se chancó los dedos hace rato abajo, salió corriendo del edificio y seguro que directo a su salón, que debe estar cerca de acá, estoy seguro, porque ahora ha subido con una mochila” me dije.
Luego de un rato, Ericka pasó de nuevo por mi lado y me vio pensando con la mano en la quijada. Bajé mi brazo e incliné mi cuerpo como dejándola pasar, ignorándonos los dos, pero en el fondo, muriéndonos por conversar.
“¡Va!”, me dije. Salí tras ella desconcertado, presuroso, decidido a platicarle, pero me vi rodeado de miradas de alumnos que habían llenado en un santiamén casi todo el tercer piso, esperando el comienzo de la primera clase, así como yo. También habían alumnos que acababan de salir de sus aulas; así que entreverado entre tanta gente y preocupado por el inicio de mis clases me vi obligado a darme media vuelta y a dirigirme a mi salón.
Sin embargo, me hice el loco y esquivando chicas y chicos fresquitos y bien olorosos, me dirigí al baño. Recordé que estaba en una institución privada y que debía dejar de acostumbrarme a encontrar baños cochinos. Me mojé el cabello y me acomodé el peinado frente al espejo pensando en Ericka “ha subido por mí, no debí esconderme en el callejón, debí recibirla con una sonrisa y preguntarle ¿te acuerdas de mí?, pero no, como siempre cada vez que encuentro a una mujer que parece se interesa por mí, me vuelvo un estúpido. Si aún está afuera, le hablo. Me acercaré y me dejaré de mariconadas y de dármela de importante”.
Conté los barritos de mi frente, conchasumadrié, abrí la puerta del baño, me dije “ahora o nunca” y salí. Afuera todo era un desierto. Me rasqué la cabeza y me dirigí hacia mi aula. El miedo de que mi profesor haya empezado la clase y de que me bauticen como el más tardón se apoderó de mí. Me apuré y al cruzar el callejón me llevé una ingrata sorpresa. Ericka caminaba muy contenta del brazo de un webón muchísimo más piedrón que yo (menos feo y con un poco más de cuerpo). Pasé por su lado y una repentina tensión le cambió el semblante, me miró a los ojos tímidamente, dejó notar una pequeña sonrisa y se fue con él, dejándome dos interrogantes “¿Qué tiempo llevará subiendo y bajando, esperando la salida de su enamorado?¿Sólo estuve pensando webadas?"...

sábado, 8 de agosto de 2009

Yaco


Ya no demora en venir a pegarme... como que está demorando mucho... llevo un buen rato escondido debajo de esta banca… Hace años yo fui feliz, ahora mi vida está confinada a estas cuatro paredes. Desde que Ferna se fue, mi existencia se convirtió en un suplicio, ahora estoy al cuidado de sus padres, ellos me alimentan y cuando pueden me bañan. Mi única obligación en esta casa es cuidar que ningún extraño se acerque a ella. Ya ni sé por qué, pero creo que esa es la única diversión que me queda. Se acabaron las salidas al parque, los paseos a la playa y las visitas. Ahora sobrevivo asustando a la gente. Me da mucha risa ver la cara de pánico que ponen cada vez que me ven cuando pasan por aquí. ¿Tan feo seré? Yo sólo me paro en la puerta y les grito ¡largo!, ¡largo!, ¡largo! y ellos hasta saltan del susto que les doy. Después me río solito recordando las caras que pusieron. Pero yo sinceramente ya no sé que hacerme... a veces preferiría morirme. Me deprime mucho soportar sus golpes. Al comienzo, ella me pegaba porque encontraba mi caca en el piso, renegaba porque tenía que limpiarlo y me agarraba a palazos. Antes Ferna me abría la puerta y me dejaba salir a la calle. Él conocía la hora en que me daban ganas, era un buen amigo. Dicen que se fue a un lugar llamado Olmos a trabajar, lo cierto es que desde ese día mi vida se volvió amarga y triste... Como no había nadie que me abra la puerta después que él se fue, debía aguantarme y esperar a que alguien saliera, pero apenas me veían afuera me gritaban que pase. Hoy ya me resigné a los golpes. No los entiendo, son un par de idiotas. Con ella aprendí que debía hacer mi caca en otro lado y bueno, no me quedó otro lugar que el jardín, se alegró mucho, como nunca lo hace, e incluso me hizo algunos cariñitos, sin embargo ahora me arrepiento y preferiría que siga siendo ella la enojona, la decepcionada de mí, sus golpes son menos dolorosos. Y es que él, cada vez que sale al jardín por las tardes, caminando dando pasitos que dan pena y se pone a regar y a arreglar sus plantas, termina enfureciéndose conmigo. ¿Quisiera saber cómo hacer que me entienda?. Todo es que encuentra un mojón mío al lado de sus plantas y cambia tanto que parece alma que se la lleva el diablo, se enfurece demasiado y con lo que encuentra me golpea, luego limpia mi caca insultándome, gritándome y renegando tan feo que me hace temblar del miedo que me da. “Con tanto esmero que cuido mi jardín para que tú vengas a joderlo eh! aprende!, aprende!" me dice y plumm, me cae una lluvia de golpes que debo soportar... ¿Es que acaso no pueden entender que lo único que quiero es que me abran esta maldita puerta, acaso creen que me voy a escapar, acaso alguna vez he hecho algo estúpido?... Creo que mi vida ya no tiene sentido y aún me faltan tres años para morirme, ellos me hacen pensar de esta manera, ahora ya ni siquiera puedo orinar sin miedo a que me hagan algo, al comienzo cuando escogía la pared para hacerlo, ella venía y me daba unos jalones de oreja tan fuertes, que parecía que me las iba a arrancar, despotricaba improperios contra mí maldiciendo el día en que vine a esta casa, renegando del olor que producía mi orín y maldiciéndome por las manchas que dejaba en la pared; fue entonces cuando escogí equivocadamente mear en los maceteros. Ese fue quizás el peor error de mi vida, suponer que orinar ahí era ahorrarle el trabajo a él, que siempre sale en las tardes con su jarrita; pero cuando descubrió que sus plantas estaban mojadas con mi pichi y me vio allí a su lado muy alegre, esperándolo a que me felicite, me quedó mirando con una sonrisa falsa, simuló el muy ladino querer darme una caricia acercándome su mano muy suavemente y de pronto, en menos de una milésima de segundo, lo veo trasnformado en un embrutecido energúmeno que me zambulle de cabeza en el balde de agua, ahogándome de pura rabia y dejándome casi al borde de la muerte. ¡Maldito curtido, cuando vas a aprender a respetar mis plantas! me dijo agobiándome con sus insultos. Cuando al fin me soltó, yo di un brinco del susto y me fui a esconderme debajo de esta banca... Extraño a Ferna, debería morirme, pero tengo tanta vida que no estoy seguro si de verdad aún me faltan tres años para que me entierren... los días que más sufro son cuando llega hasta aquí el olor de una hembra, me desesperó por ir tras ese delicioso aroma que me llama y me llama mañana, tarde y noche, pero me es imposible salir de aquí y agonizo de impotencia al no poder quitarme estas ganas… lo que más cólera me da, es verles las caras a estos idiotas cuando creen que son buenos conmigo y me traen agua solamente porque me ven todo el día con la lengua afuera. “Calma tu sed Yaquito” me dicen dándome una palmada en la nuca, sin imaginar que mi única sed es de libertad... ¿No habrá nadie por aquí que quiera darme bocado?, a veces le hablo al joven de al lado, ese que todas las noches se sienta afuera con una de esas cosas que lleva consigo la señorita Greyci cada vez que se va a ese lugar llamado colegio, pero él sólo me mira y me mira y yo a veces veo en sus ojos un viso de esperanza, de que me ha escuchado, de que me va a ayudar, de que me abrirá estas puertas de desconsuelo, pero nunca lo hace, nunca sucede un milagro, siempre se queda ahí, en su lugar, callado y no hace nada, no dice nada, sólo observa y calla como diciendo pobre perro, la vida que le ha tocado, como si yo quisiera que me compadezcan, como si yo quisiera más pena de la que siento por mí mismo... acaban de abrir la puerta, debe de ser él, ahora mismo me pegará, ahora mismo se dará cuenta de que le he cagado y meado sus plantas y me pegará, si quiere hacerlo tendrá que sacarme de aquí, se sorprenderá de verme debajo de esta banca, tengo tanto miedo que creo que me voy a orinar, nonono...