Avancé y en la entrada, el portero me detuvo, le mostré mi carnet y le pregunté en donde quedaban las aulas de Informática. Él me indicó con una voz ronca y ayudándose con señas, que debía ir al fondo a la izquierda. "Gracias" le dije tímidamente y como me guió, seguí.
Llegué hasta un edificio. Yo ya sabía de antemano que las aulas de informática quedaban en el tercer piso, entonces entré y subí corriendo como si me persiguiera el miedo. Cuando cruzaba las escaleras del segundo piso, escuché que de la puerta del baño salía alguien, alcancé a ver que era una chica uniformada, como las que había visto en la puerta de ingreso, pero no le tomé importancia y seguí subiendo. Sin embargo, mientras avanzaba, escuché que ella cerró la puerta de golpe y al instante pegó un grito de dolor. Me detuve y volteé a mirarla. Resultó que se había chancado los dedos. “Qué estúpida” me dije. Entonces ella dirigió su mirada hacia mí y me hizo llevarme una agradable sorpresa; nos miramos los dos fijamente como reconociéndonos, y pues "sí, yo conozco a esa chica, Ericka, somos amigos" me dije. Yo quise hablarle y le sonreí, pero ella bajó su mirada muy rápido , sosteniendo su mano, un poco avergonzada.
En ese momento sentí como si la hubiese perdido. La había conocido hace poco en el gimnasio de Marcos y me gustó desde el primer momento que la vi. Su cabello era castaño oscuro, sus ojos grandes, muy grandes, demasiado grandes, como para mirarme mejor, capaces de enamorar a cualquiera con una mirada suya. Me hubiese gustado aprovechar la oportunidad para hacernos más amigos conversando un rato, aprovechar el tiempo que tenía antes de que empezaran mis clases, "además ella se había ido al baño porque seguramente había pedido permiso, pero está claro que quiso esquivarme. Bueno si estudias aquí, habrá un día en que nos choquemos de nuevo” me dije y seguí subiendo.
Tenía que ir primero a buscar a la secretaria en el tercer piso, mostrarle mis papeles para que ella me indicara cual iba a ser mi salón, así como me lo explicó mi prima. Claro que lo que no me dijo, es que la secretaria era una mujer riquísima y que debía evitar tartmudear. Tenía ahora que esperar cambio de turno, había llegado demasiado temprano; salí de la oficina de la secretaria riquísima y me puse a esperar, apoyado en el pasamano de la escalera, frente a la puerta del baño de hombres y con la única distracción de un periódico mural, lleno de trabajos por computadora, con título de “Diseño Gráfico”. Luego - después de unos 10 minutos - escuché que alguien subía por el primer piso, incliné el cuerpo y busqué quien era. De repente me entró un pequeño miedo al cuerpo que me hizo estremecerme, era Ericka subiendo de prisa con el cabello suelto moviéndose con inquietante dulzura. "¿Se soltó el pelo, no será que se chancó los dedos por mi culpa?" pensé. Yo como si no la hubiese visto, entré al callejón de las aulas y me arrinconé a un lado de la puerta de mi salón, frente a la oficina de la secretaria y empecé a pensar. “Viene por mí, acá en el tercer piso sólo está el baño de hombres y ella nada tiene que hacer aquí. De seguro allá abajo, hace un momento, esquivó mi mirada porque se arrochó de que me diera cuenta de su chancada o tal vez no se sentía a gusto de que la vea con ese uniforme, pero se ve muy linda, demasiado curiosa y atractiva, como para que deje de gustarme”.
Me apoyé de espaldas a la pared, cruzando los pies y los brazos, esperando con la cabeza gacha, adecuando una postura pensativa y seria, hasta que pasó por mi lado rápidamente. Pude ver que me miró de reojo, pero no se detuvo, siguió de frente y volteó el callejón directo a la segunda aula. El instituo era un laberinto.
Me quedé intrigado, “¿A dónde va?, si ahí no hay nada, sólo un aula más de computación, ella está uniformada y a los de computación no les exigen uniforme, sólo a los que estudian una carrera técnica, ella cuando se chancó los dedos hace rato abajo, salió corriendo del edificio y seguro que directo a su salón, que debe estar cerca de acá, estoy seguro, porque ahora ha subido con una mochila” me dije.
Luego de un rato, Ericka pasó de nuevo por mi lado y me vio pensando con la mano en la quijada. Bajé mi brazo e incliné mi cuerpo como dejándola pasar, ignorándonos los dos, pero en el fondo, muriéndonos por conversar.
“¡Va!”, me dije. Salí tras ella desconcertado, presuroso, decidido a platicarle, pero me vi rodeado de miradas de alumnos que habían llenado en un santiamén casi todo el tercer piso, esperando el comienzo de la primera clase, así como yo. También habían alumnos que acababan de salir de sus aulas; así que entreverado entre tanta gente y preocupado por el inicio de mis clases me vi obligado a darme media vuelta y a dirigirme a mi salón.
Sin embargo, me hice el loco y esquivando chicas y chicos fresquitos y bien olorosos, me dirigí al baño. Recordé que estaba en una institución privada y que debía dejar de acostumbrarme a encontrar baños cochinos. Me mojé el cabello y me acomodé el peinado frente al espejo pensando en Ericka “ha subido por mí, no debí esconderme en el callejón, debí recibirla con una sonrisa y preguntarle ¿te acuerdas de mí?, pero no, como siempre cada vez que encuentro a una mujer que parece se interesa por mí, me vuelvo un estúpido. Si aún está afuera, le hablo. Me acercaré y me dejaré de mariconadas y de dármela de importante”.
Conté los barritos de mi frente, conchasumadrié, abrí la puerta del baño, me dije “ahora o nunca” y salí. Afuera todo era un desierto. Me rasqué la cabeza y me dirigí hacia mi aula. El miedo de que mi profesor haya empezado la clase y de que me bauticen como el más tardón se apoderó de mí. Me apuré y al cruzar el callejón me llevé una ingrata sorpresa. Ericka caminaba muy contenta del brazo de un webón muchísimo más piedrón que yo (menos feo y con un poco más de cuerpo). Pasé por su lado y una repentina tensión le cambió el semblante, me miró a los ojos tímidamente, dejó notar una pequeña sonrisa y se fue con él, dejándome dos interrogantes “¿Qué tiempo llevará subiendo y bajando, esperando la salida de su enamorado?¿Sólo estuve pensando webadas?"...